Hermandad Nª Señora del Rocío de Castillo de Locubín
Mayo de 1977. Un grupo de ocho personas de esta localidad acuden por curiosidad a la aldea del Rocío como tantas otras personas atraídas por la fama de la romería que se celebra en las marismas y por la enorme devoción que se genera en torno a la Virgen del Rocío.
Entre estas personas van: Ángel Catena Morales, Práxedes Montoya Anguita, Manuel Villén Villén, Mercedes Luque Medina, Miguel Delgado Villén, Isabel Torres Tello y Antonio Delgado Villén y familia.
Aquella primera expedición fue siempre participe del folclore sin participación en los actos religiosos, Sin embargo vieron desfilar y presentarse a las hermandades rocieras, observando que estaban representadas todas las provincias andaluzas y de otros puntos de España, pero entre ellas no había ninguna de esta Diócesis.
Carecían de importancia muchos detalles y aquellos miles de personas. Lo que no quedó inadvertido fue el que por primera vez fue un grupo de devotos marianos de Castillo de Locubín realizaban por primera vez el camino a la aldea del Rocío. Penurias sin fin esperaban a los romeros improvisados; doce horas de viaje; preguntas interminables para escudriñar la ruta, uno que si por Pilas, otros que por La Palma del Condado, pero ellos sin conocer ninguno de los pueblos de la zona. Era la primera vez que pisaban aquellos lugares, la Santísima Virgen del Rocío quiso que no fuera ni la única ni la última vez que lo hicieran.
Encontraron los peregrinos en su camino una gasolinera donde poder repostar el combustible de su vehículo, como quiera que allí se encontraban muchos llenando sus depósitos pudieron observar como no había encargado alguno del establecimiento, los conductores llenaban los depósitos y se marchaban sin pagar. Atónitos dudaron, pero pronto el grupo decidió que no era buen proceder en su primera visita a la Señora. Fiados de la Providencia continuaron su caminar hasta llegar al santuario de la Reina de las Marismas. Así transcurrían las andanzas de aquellos peregrinos hace dieciocho años.
Algo tiene el Rocío que convierte, envenena, enamora y no deja de incitarte a volver a rezarle a la Virgen con fe. En 1978 allí estaba la semilla rociera ante la Madre de Dios.
Lunes de Pentecostés. Lunes de Rocío. Lunes mariano. María del Rocío es llevada con fervor por los almonteños, entre gritos de fervor, sudor y masificado forcejeo. Una blanca paloma (¿Blanca Paloma?) posóse sobre la cabeza de la Virgen, era Pentecostés, intentaron que se fuera, que no permaneciera allí, pero todo esfuerzo fue vano.
Cansados nuestros peregrinos decidieron irse y al hacerlo la paloma voló hacia ellos, tantos pasos como daban, vuelos dio aquella paloma. ¿Fue un signo? ¿Los caminos de Rocío también son inescrutables?
Estábamos ya en nuestras casas, en Castillo, y no hacíamos más que recordar las jornadas marismeñas, los días pasados al amparo de Nuestra Señora. Crecía en ellos la devoción y el amor a la Virgen, anidaba en sus corazones la devoción a la Blanca Paloma.
Pronto formóse un grupo de devotos que anhelaban volver a la Aldea y hacerlo con una hermandad que aunara su fe y devoción a María y canalizara, en el seno de la Iglesia, los cultos y devoción de aquellas personas sencillas y creyentes.
En la festividad de san Ciriaco, Mártir, 8 de agosto de 1980, se presentaron por primera vez nuestros Estatutos. Éstos fueron aprobados definitivamente por S.E.R. don Miguel Peinado Peinado el día 26 de mayo de 1982, fiesta de San Felipe Neri, confesor. Huelva los aprobaba el 25 de marzo del año siguiente.
La Hermandad ingresa con la número 63 de las filiales, lo comunica así la Hermandad Matriz en una reunión celebrada en Lucena. Ese año la Hermandad entra en la aldea como filial de la Matriz de Almonte. La Hermandad de Gloria de Nuestra Señora del Rocío de Castillo de Locubín es rica y devoción y amor a la Señora de las Marismas, pero pobre en medios económicos. La pobreza material no es nunca obstáculo para presentarse ante la Virgen, bien lo sabe esta Hermandad que, con la mayor sencillez concurre al Rocío con el “Simpecado” prestado de Málaga, los cetros de la cofradía de la Virgen de la Cabeza de Castillo, se ofrece la Hermandad de Lucena a ser madrina de ésta. Aquel fue el primer Rocío de Hermandad, sin carreta, sin caballos, sin lujos, pero con fe en nuestra Madre y en su divino hijo Jesucristo.
Convencidos de que nuestra mejor carreta para el “Simpecado” es nuestro corazón, un año tras otro nos presentamos ante la Virgen y con amor filial nos ponemos en sus manos y pedimos que nos de lo que mas nos convenga en cada preciso instante.
El 26 de mayo de 1984 se procede a la bendición solemne de nuestro “Simpecado” por el párroco don José Calvo Peña cantando en la Eucaristía el coro de la Hermandad de Jaén, concurriendo además la madrina Hermandad de Lucena y la Hermandad de Sanlucar de Barrameda. El “Simpecado” fue hecho por las reverendas madres clarisas del Monasterio de Santa Clara de Alcaudete.
Año tras año intentamos que crezca nuestra fe, que se incremente la devoción en la Santísima Virgen y en su Hijo, para nosotros representados por la Virgen del Rocío y el Pastorcillo marismeño. Cada día procuramos incrementar nuestra participación en la comunidad parroquial de Castillo, procurando dar testimonio público de nuestra fe y confesando nuestra eclesialidad para mayor gloria de Dios, nuestro señor.